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 Procurando que descanse el tiempo necesario.

 Aconsejándole una buena organización y planificación del tiempo de estudio.

 Ofreciéndole su colaboración, pero sin suplantar su trabajo.

 Creando un clima familiar afectivo y motivador.

 Elogiando sus éxitos y logros.

 Valorando positivamente sus esfuerzos y cualidades personales.

 Aceptando incondicionalmente sus limitaciones y defectos.

 No ocultando la información que debe tener el tutor por dolorosa que sea.

 Tratando a cada hijo según su modo de ser.

 No comparando nunca los éxitos o fracasos de un hijo con los de otros miembros de la familia.

 Proponiéndoles metas y esfuerzos posibles y realistas.

 Preocupándose de él como persona, no sólo como estudiante.

 Criticando o corrigiendo los fallos o errores de su hijo, pero nunca su persona.

 Evitando proyectar sobre su hijo sus propios temores y ansiedades.

 No queriendo compensar sus fracasos con los éxitos de su hijo.

 Teniendo una visión positiva de la vida, de las personas, de su hijo.

 Quitando “drama” a los problemas personales o familiares.

 Orientándole, nunca imponiéndole, en cada una de las opciones que su hijo tendrá que hacer a lo largo de su vida académica.

 Respetando las decisiones que tome su hijo después de haberles consultado.

 Valorando ante, sobre y por encima de todo, la FELICIDAD DE SU HIJO